miércoles, 23 de noviembre de 2011

El bufete libre de la vida

Suelo comer una vez por día en el bufete libre de la universidad. Es muy cómodo: está cerca de mi facultad, me ahorro el tener que cocinar dos veces al día y encima la comida está buena; el precio... el precio sería digno de una nueva entrada. Ya se sabe, esto es Inglaterra: la gente habla raro y su moneda se llama libra, quizás sea porque nadie se libra de pagar precios excesivos...

Pero hay otra cosa que me sucede siempre en ese bufete, aunque, siendo objetivos, quizás ahora el problema lo tengo yo, y es que, aunque hace ya bastante tiempo que como allí, siempre me ocurre lo mismo, ¿os suena la expresión de comer por los ojos? Seguro que ya sabéis por donde voy:

Cada vez que me encuentro delante de esas grandes bandejas repletas de comida perfectamente colocada y humeante, me resulta imposible hacer mi elección... y es entonces cuando pienso: ¿para qué elegir? ¡Ponte de todooo! Y como no puede ser de otra forma, siempre acabo con el plato a rebosar de todo tipo de cosas. Hay veces que ni siquiera son compatibles, ¿qué os parece la combinación de cóctel de gambas con estofado? y sí, en el mismo plato... también hay veces en las que mi elección resulta algo redundante, como, ¡qué sé yo! puré de patatas con guarnición de patatas al horno...pero también hay días en los que mi elección es soberbia. Sea como fuere, el resultado final de mi elección siempre tiene dos consecuencias, son como dos axiomas invariables, el contenido del plato cambia cada día, pero al final siempre pasa lo mismo: nunca me acabo el plato y mi estómago se ve algo resentido después de semejante manjar.

Dicen que el hombre (y sí, creo que a la mujer le pasa menos), es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra; yo añadiría que lo hace unas cuantas más... Yo, soy de esa clase de hombres, tengo heridas de tanto tropezar, o en este caso, he pasado por muchas indigestiones, así que, hace poco tomé la firme decisión de no mezclar más de dos cosas en el mismo plato, tampoco llenarlo. Ahora son todo beneficios: mi estómago está en paz conmigo, mi peso está a raya y, lo mejor, no me siento culpable por tirar comida. 

Y algo tan estúpido como esto, me hizo pensar. La vida es como un bufete libre: tenemos muchas cosas al alcance de la mano, depende de nosotros hacer una buena elección, hacerla mala, o simplemente dejarnos llevar, pero también debemos saber que es nuestra responsabilidad hacer la elección correcta, porque seremos nosotros mismos los que paguemos las consecuencias.

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